SI TÚ ME DICES VEN… VOY (Mc 1, 14-20)
“Si tú me dices ven” es probablemente una de las canciones más conocidas de Los Panchos. Lo que seguramente muy pocos conocen es que esta canción escrita por Andrés Gil (de la que se llegaron a vender más de un millón de copias) está inspirada en un poema de Amado Nervo. Sin embargo, mientras la canción se ha convertido en un verdadero himno al amor de pareja, el poema original de Nervo es claramente religioso y se descubren en él resonancias del texto del evangelio de Marcos que hoy nos presenta la liturgia:
Si tú me dices ven todo lo dejo.
Llegaré a tu santuario casi viejo
y al fulgor de la luz crepuscular.
Mas he de compensarte mi retardo
difundiéndome ¡oh, Cristo! como un nardo
de perfume sutil, ante tu altar!
Pues igual que el poeta, los primeros seguidores de Jesús lo dejaron todo al oír la llamada del maestro. Nos dice Marcos que la primera llamada, modelo de todas las demás, ocurrió “yendo de paso junto al mar de Galilea”. El mar, más bien lago, recuerda al Mar Rojo que los israelitas atravesaron para conquistar su libertad y, por tanto, evoca la idea de liberación. Además, este lago de Galilea marcaba el límite entre el territorio de Israel y el mundo pagano, por lo que también le da a la propuesta de Jesús un sentido de universalidad.
A continuación, Marcos presenta a los que serán destinatarios del “venid” de Jesús. Son dos hermanos, Simón y Andrés, y están ejerciendo su oficio de pescadores echando las redes al mar.
En pocas palabras, el evangelista nos aporta mucha información sobre los primeros discípulos. El hecho de que sean hermanos recuerda el reparto de la tierra de Israel entre las doce tribus, en el que, según Ez 47,14, los israelitas heredarán la tierra “cada uno igual que su hermano”. Se indica de esta manera que todos están llamados a participar del Reino que Jesús anuncia, en pie de igualdad, sin categorías ni privilegios de ningún tipo. Desde el principio se subraya el vínculo de fraternidad que debe unir al grupo de Jesús. Esta idea de hermandad es tan importante que se remarca con el hecho de que la siguiente llamada también se haga a otra pareja de hermanos, Santiago y Juan.
La segunda información importante nos la aportan sus nombres. Simón y Andrés son nombres de origen griego, lo que parece indicar que pertenecen a un sector del judaísmo más abierto y no tan pegado al cumplimiento riguroso de la Ley.
Y, finalmente, el elemento fundamental de la descripción es su oficio de pescadores. Es habitual que se asocie este oficio a la idea de que Jesús elige a gente humilde, perteneciente a los grupos sociales más desfavorecidos de la sociedad judía. Efectivamente, el de pescador era un oficio ejercido por gente sencilla; además, en contraposición con la siguiente pareja, de la que se dice que “estaban en la barca”, Simón y Andrés no tienen embarcación propia. Son, por tanto, pescadores pobres.
Pero el sentido que quiere darle Marcos al hecho de que sean pescadores no se agota en una consideración sobre su clase social. Como casi siempre, encontramos nuevas claves en el Antiguo Testamento. Los profetas utilizan con frecuencia la imagen de la pesca y los pescadores como metáfora de la guerra y la conquista. “Pescar” significa dominar a los pueblos enemigos. Así lo usa Jr 16,16 cuando se refiere a una invasión diciendo: “He aquí que yo envío muchos pescadores, dice el Señor, y los pescarán”; y también Hab 1,17 cuando habla de Asiria y de sus. conquistas diciendo que “echará su red y nunca dejará de matar naciones”.
Parece, pues, que la referencia a la pesca describe a estos primeros llamados por Jesús como judíos pertenecientes a círculos nacionalistas dispuestos a pelear, incluso con la violencia, para liberar a Israel del yugo al que está sometido por sus enemigos y devolverle su antiguo esplendor. No cabe duda de que Jesús no es un ingenuo y de que conoce perfectamente las ideas que impulsaban a la acción a los hermanos, pero su entusiasmo y sus deseos de cambiar las cosas hacen que Jesús les llame precisamente a ellos. Pero, les va a proponer un plan totalmente antagónico a sus deseos de cambio violento: “Veníos en pos de mí y os haré pescadores de hombres”.
En primer lugar, Jesús no les propone que se adscriban a un credo, ni que defiendan con ardor una determinada doctrina, ni siquiera que lleven a cabo determinadas prácticas religiosas o rituales piadosos. Jesús les invita a seguirle. Es decir, Jesús está en movimiento y quiere que ellos se sumen a él, que le acompañen allí hacia donde él va... que no es otro sitio que la utopía del Reino de Dios que ha empezado a anunciar (Mc 1,15).
Además, hacerles “pescadores de hombres” señala que el seguimiento, es decir, la adhesión a Jesús supone el compromiso con una misión. Cuando se pescan peces, éstos mueren al ser sacados del agua; si se pescan personas, se les salva la vida al librarlos de la muerte en un medio hostil. Lo que nos está diciendo el evangelista es que Jesús llama a sus seguidores a liberar a la gente de aquello que les hace daño, les produce sufrimiento o les supone la muerte; sea la enfermedad, la opresión, la injusticia, la soledad o la misma muerte.
Afirma Marcos que Simón y Andrés respondieron a la llamada inmediatamente, sin hacer preguntas ni mediar comentario alguno. Algo extraordinariamente atractivo debieron de percibir en aquel profeta que se dirigió a ellos en la orilla del mar; aunque probablemente no entendieron muy bien el verdadero sentido de la llamada que estaban aceptando ni del compromiso por el Reino que habían adquirido. A pesar de su buena voluntad, esta incomprensión se irá haciendo patente a lo largo del evangelio y Jesús deberá emplearse a fondo para romper su resistencia y superar su mentalidad exclusivista hasta hacerles aceptar la universalidad de un Reino que está abierto a todas las gentes y a todos los pueblos.
Esta adhesión total no se producirá hasta después de la Pascua. Será entonces cuando asuman el mismo compromiso de entrega hasta la muerte que había llevado a Jesús hasta la cruz. Será entonces cuando, como dice el poema “se difundan como perfume de nardo”, en clara alusión a la mujer que
(en este mismo evangelio) rompe el frasco de perfume y lo ofrece a Jesús como símbolo precioso de su adhesión y su seguimiento.
Así pues, escuchemos su voz que también a nosotros nos dice “ven”. Dejemos las redes de nuestros aires de grandeza y de nuestros deseos de poder y vayamos en pos de Jesús dando vida y esperanza allí donde amenazan la opresión y la muerte.
Gracias, Fernando. Será cosa de dejarse pescar un día y otro dia
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