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JESÚS Y EL CHOLLO DE LA LUZ (Jn 9-12)

 

Llevamos ya muchos meses en los que el precio de la luz no nos da tregua… los récords históricos se pulverizan cada poco y el impacto sobre la factura de los consumidores, las empresas e incluso las administraciones públicas empieza a ser dramático, especialmente, en el caso de los hogares más vulnerables. Mientras tanto las grandes compañías también baten récords, pero de beneficios, y no facilitan que la gente entienda cómo puede ahorrar o tener un contrato más ventajoso.

 

Y al hablar de luz, me resulta inevitable mirar al Evangelio. Toda la literatura bíblica está recorrida por el simbolismo de la luz y también de su oponente, la oscuridad. Pero, es el cuatro evangelio quien juega con mayor profundidad con estos dos conceptos. De hecho, pone en boca de Jesús estas palabras: “Yo soy la luz del mundo, quien me sigue no andará en tinieblas” (Jn 8, 12)… ¡Menudo chollo tenemos los cristianos! Sigamos a Jesús y ya no nos preocupará el precio del kilovatio ni si planchamos en las horas valle, llano o punta… Pero, la cosa no va por ahí.

 

Volvamos al cuarto evangelio. En su teología la oposición entre la luz y la tiniebla juegan un papel fundamental. Siguiendo al Antiguo Testamento, la luz significa vida y salvación, liberación y plenitud; representa la esfera divina que se manifiesta en Jesús. La tiniebla significa muerte y opresión, y equivale a cualquier ideología que oprima a las personas impidiéndoles su crecimiento y plenitud; la tiniebla está representada en el evangelio por las autoridades que se oponen a Jesús.

 

El evangelista, utiliza varias veces el recurso de poner en boca de Jesús unas palabras que luego pasará a la acción en forma de relato. Así, Jesús dice “yo soy el pan de vida” y multiplica los panes para dar de comer a la multitud; dice “yo soy la vida” y llama a Lázaro para que salga del sepulcro; dice “yo soy la luz” y cura al ciego de nacimiento.

 

Veamos este relato. La escena comienza cuando él y sus discípulos ven al ciego y se establece entre ellos un diálogo sobre la razón de su ceguera. Era común en el judaísmo de su tiempo la creencia de que la enfermedad y la desgracia eran un castigo por el pecado, incluso heredado de padres a hijos, en el caso de las enfermedades congénitas. Jesús no acepta esa tradición. Sin embargo, sí que hay alguien culpable de su ceguera; su falta de luz para ver se debe a la acción de la tiniebla: son ciegos quienes no pueden ver ofuscados y oprimidos por una ideología que impide a las personas crecer en plenitud y libertad. El que sea ciego “de nacimiento” significa que representa a aquellas personas que no han elegido vivir en la esfera de la tiniebla por sí mismos, sino que nunca han tenido otra posibilidad, siempre ha vivido sometido a una opresión que le ha impedido siquiera vislumbrar que hay otra manera de ver y de vivir.  Digamos, echando mano del refrán, que viven en el “malo conocido” porque no atisban que pueda existir algo “bueno por conocer”.

 

La escena de la curación está elaborada con una clara intención. Jesús hace barro con su saliva y se lo aplica en los ojos al ciego, en una escena que recuerda claramente a la creación de Adán que relata el Génesis. La saliva sustituye al soplo divino, pero igualmente significa el espíritu vital en la mentalidad bíblica. De manera que Jesús pone ante los ojos del ciego el proyecto creador del hombre nuevo representado por Jesús. Hay que destacar que el evangelista utiliza el verbo untar o ungir para referirse a la acción de Jesús, lo que recuerda la idea de Mesías/Ungido por Dios. De manera que lo que hace Jesús es invitar al hombre a ser un “ungido”, es decir a asociarse al proyecto de Jesús que es el de la liberación y el despliegue de la humanidad en toda su plenitud. Jesús no le ofrece un dogma o una doctrina, sino una forma de ser, de mirar y de actuar.

 

Curiosamente, la sanación no se realiza de manera automática. El ciego conserva su libertad; Jesús le ha mostrado el camino, pero es él quien debe hacer la opción de recorrerlo. En un gesto de clara resonancia bautismal, el ciego debe ir a lavarse a la piscina de Siloé (que significa “el Enviado”, es decir, el Mesías). La piscina estaba fuera de la ciudad, lo que enfatiza la decisión del hombre de romper con la ideología “cegadora”. 

 

Recobrar la vista le ha hecho “otra persona”. De hecho, sus conocidos dudan de su identidad (unos decían “es el mismo” y otros, en cambio, “no, pero se le parece”), porque ya no está inmóvil y mendigando, es decir, tiene capacidad de acción y libertad y ya no está sometido. Esta situación alerta a las autoridades, que al principio reaccionan con incredulidad y después con violencia ya que acaban expulsando al hombre de la sinagoga. La tiniebla no puede permitir que la gente vea, ya que no les interesa el bien de la gente, sino seguir ejerciendo su dominio. El ciego que ve se convierte en un obstáculo para seguir dominando a otros y Jesús en un peligro que deben eliminar cuanto antes.

 

Con todo este lío de la subida de la luz, alguien decía en plan irónico que las eléctricas iban a empezar a cobrar hasta por las horas de oscuridad… y es que la tiniebla no busca el bien y la vida. Sin embargo, la luz de Jesús es gratuita. Lo que no quiere decir que “no valga nada”, al contrario, vale una vida vivida con plena humanidad.

Comentarios

  1. Gracias por tu reflexión que me ayuda a VER .mejor cómo seguir a Jesus

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