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UCRANIA Y LA OTRA MEJILLA (Mt 5, 38-48)

 

En estos días está a punto de cumplirse un año de la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso. Durante los últimos doce meses hemos estado asistiendo a una guerra terrible e injusta, como todas las guerras. No es ninguna novedad, en la actualidad hay más de sesenta conflictos abiertos en el mundo y, al menos diez de ellos superan los 30 años de duración, según “El Orden Mundial”. Pero, ahora, con las bombas a las puertas de nuestra casa, nos sentimos más impactados, más indignados y más cercanos a las víctimas. 

 

Dice Esquilo, el gran autor de la tragedia griega, que en las guerras la primera víctima es la verdad. En realidad, las primeras víctimas, las verdaderas víctimas, siempre son las personas inocentes que mueren masacradas en los bombardeos, que pierden sus casas, que tienen que huir de su tierra o que son obligadas a tomar las armas. Pero, ciertamente, y hoy más que nunca, la información y la desinformación forman parte de la tecnología armamentística que los contendientes utilizan para sus intereses. Y la verdad no suele salir muy bien parada. 

 

En esa utilización espuria y manipuladora de los medios de comunicación vemos la dificultad de establecer espacios de verdadero diálogo que rompan con el dominio del pensamiento único. Por eso, en esta guerra también hay otra “víctima”: el movimiento pacifista que, como dice Carmen Magallón, presidenta del Seminario de Investigación para la Paz, transmitió durante décadas “visiones y prácticas esperanzadoras que abrieron mentes y permitieron construir estructuras sociales, políticas y sociales de cooperación, dando paso a amplios periodos de paz”. 

 

A lo largo de estos meses, los análisis, las propuestas e incluso las simples opiniones “pacifistas” han sido recibidas como mínimo con acusaciones de “buenismo”, cuando no con abierta hostilidad, incluso con otra grave acusación: la de hacerle el juego al genocida. En esta hora histórica, muchos cristianos también nos sentimos desorientados; por un lado, seguimos a un hombre que renunció a defenderse incluso en peligro de muerte y por otro, parece no existir más salida a esta situación que la legítima defensa del pueblo agredido con el apoyo económico y militar de los aliados occidentales.

 

El mismo estupor, las mismas burlas y las mismas acusaciones debió de recibir Jesús cuando proclamó aquello de “poner la otra mejilla” según el texto de Mateo que hoy leemos en el evangelio del domingo. Tampoco sus discípulos debieron sentirse muy cómodos con aquella enseñanza, cuando pensaban en las humillaciones que el pueblo judío recibía cada día por parte de los ocupantes romanos, tan abusones entonces como lo es Putin ahora. 

 

Veamos primero el contexto. Este dicho de Jesús aparece en el capítulo quinto de Mateo dentro de la explicación que Jesús hace para aclarar el sentido de las Bienaventuranzas. En concreto, aquí está aclarando lo que significa “trabajar por la paz”.  Recordemos que las bienaventuranzas son la ley de la comunidad cristiana. Por eso, Jesús contrapone esta nueva ley a la antigua y, corrigiendo su interpretación, repite aquello de “os han enseñando… pero yo os digo”. 

 

Frente a la ley del talión que mandó “ojo por ojo, diente por diente” (Ex 21, 4), Jesús afirma “no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea la mejilla derecha, vuélvela también la otra” (Mt 5, 38-39). Frente al rencor y el deseo de venganza que generan una espiral de violencia, Jesús pide a sus seguidores que no cedan al instinto del odio e interrumpan esa cadena por todos los medios posibles trabajando por la paz. Esa es la única manera de construir unas relaciones humanas que excluyendo el odio, buscan el bien incluso para el enemigo: “Os han enseñado amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen” (Mt 5, 43-44).

 

Bueno, esto puede estar bien cuando la bofetada te la da un vecino impertinente o un cuñado ambicioso… pero, ¿cómo podemos aplicarlo a la situación concreta de un país invadido con semejante desproporción de fuerzas, con una crueldad tan irracional, con tan tremenda destrucción, con crímenes tan injustos e inhumanos? ¿Cómo podemos pedir a un pueblo en esta situación que no se defienda y a nuestros gobernantes que no le faciliten los medios para hacerlo?

 

Son preguntas sin una respuesta clara y evidente, al menos desde el Evangelio. Y es que el Evangelio no piensa por nosotros, tan solo nos marca un ideal y nos aporta unos valores que deben ayudarnos a responder ante las situaciones concretas. Para ello, debemos ser conscientes de que lo que Jesús nos pide no es la inacción, no es dejar que el abusón lo siga siendo. Es evidente que si no reaccionamos frente al violento, frente al prepotente, el abuso y la injusticia tendrán vía libre y no es eso lo que Dios quiere de nosotros.

 

“Poner la otra mejilla” no es sinónimo de debilidad ni de transigir con la violencia. El papa Francisco, en un alegato contra la guerra en Ucrania, decía que “la mansedumbre de Jesús es una respuesta más fuerte que golpe que recibió. Poner la otra mejilla no es el repliegue del perdedor, sino la acción de quien tiene una fuerza interior más grande, que vence al mal con el bien, que abre una brecha en el corazón del enemigo, desenmascarando lo absurdo de su odio”. Esto nos recuerda a la acción no violenta de Gandhi o Luther King  que no buscaban la destrucción del enemigo, sino su conversión. 

 

¿Quiere decir esto que no es legítima la respuesta violenta frente al agresor? La opción por la no violencia, poner la otra mejilla, es siempre una opción personal... pero, ¿qué hemos de hacer cuando la bofetada se la están dando a miles de víctimas inocentes? ¿qué hubiera hecho el buen samaritano si en vez de encontrarse con el hombre apaleado hubiera llegado en plena paliza? Volvemos a las preguntas sin respuesta.

 

Jesús, Gandhi o Luther King nos proponen un ideal difícil de trasladar a la política internacional, pero que pide un enfoque diferente; porque la respuesta a largo plazo no pueden ser más armas, sino una manera distinta de gobernar el mundo. 

 

Mientras tanto, sumemos nuestras voces a las voces disidentes, como dice de nuevo Carmen Magallón: “las que reclaman el derecho a no matar (…), las que protestan desarmadas, las que no identifican a la población con sus gobernantes y no dinamitan los puentes de acercamiento que pueden tenderse”. 

 

Mientras tanto, sumemos nuestras voces no a las que reclaman más tanques y más aviones, sino a las que, discretamente a veces y otras a gritos, piden que se siga negociando hasta llegar a la paz. 

 

Mientras tanto, y ésta es la mejor manera de no errar, contestemos como Jesús a Pilato en la obra de Maxence van der Meerchs: “la verdad, Pilato es ponerse al lado de los pobres”…. Y de las víctimas de la guerra. 

Comentarios

  1. ¡Cuantas preguntas sin respuesta genera la política para los cristianos!! Al final, es de nuevo la Libertad, ese gran regalo q Dios nos hace pero nos deja con la eterna incertidumbre de si estamos errando o acertando. Muchas gracias por la luz que aportas al evangelio de hoy.

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  2. El violento e irracional del panorama mundial solo puede cambiar modificando radicalmente este capitalismo que mata él solito a un tanto por cien ya muy alto de la humanidad. Menos armas, menos negocios obscenos!!!

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