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UNA MAÑANA DE PESCA (Jn 21, 1-11)


Es una de las últimas escenas del Evangelio de Juan, al final del capítulo 21. Tras la muerte de Jesús, se narran tres encuentros del resucitado con sus discípulos. Éste es el tercero y último de ellos y tiene por propósito plantear el tema de la misión de la comunidad cristiana. Para ello, el evangelista utiliza la metáfora de la pesca, una figura que entronca directamente con el Antiguo Testamento y que aparece con fuerza también en los sinópticos, hasta el punto de que los discípulos de Jesús son presentados ejerciendo el oficio de pescadores.

 

En el Antiguo Testamento la pesca es utilizada en ocasiones para referirse a una acción violenta y destructora de los imperios que invaden sucesivamente Israel. Sin embargo, el uso que de esta figura hacen los evangelistas enlaza más directamente con la visión descrita en Ez 47, 10, en la que se dice que del templo sale un manantial que se va convirtiendo en un río caudaloso que fluye hasta Arabia y luego desemboca en el mar. A la orilla de ese río se colocarán pescadores que pescarán “una muchedumbre inmensa de peces”. 

 

Los evangelios, en sus relatos de la llamada de los primeros discípulos y de la pesca milagrosa, tienen como telón de fondo esta profecía de Ezequiel, pero cambian totalmente la perspectiva. Ezequiel hablaba de un nuevo templo purificado, de una reforma de las instituciones que aseguraría el bienestar y la prosperidad del pueblo de Israel. Sin embargo, los evangelistas no hablan de pescar peces, sino hombres. La pesca ya no se realizará para el beneficio de los pescadores, sino que la misión para la que Jesús llama consiste en sacar a los hombres del mar que fluye del templo, es decir, liberarlos de la influencia de unas instituciones que no dan vida, sino que la ahogan. 

 

Volviendo a la narración de Juan, vemos como en los primeros versículos, el cuarto evangelio enmarca la escena de manera que se entienda que se va a hablar de la misión universal de la comunidad cristiana. La referencia “junto al mar de Tiberíades” remite al episodio de la multiplicación de los panes, pero mientras allí se nombraba el lago con sus dos denominaciones, judía (de Galilea) y romana (de Tiberíades), aquí se suprime el nombre judío con lo que la escena se coloca en contexto pagano. A continuación, presenta a los discípulos; se dice de ellos que “estaban juntos”, es decir, formando comunidad. Curiosamente, son siete (no doce), lo que hace referencia directa a los paganos, ya que uno de los significados del número siete está en relación con la creencia judía reflejada en el Génesis de que en el mundo existían 70 naciones. Es Pedro el que toma la iniciativa: “me marcho a pescar”. Como ya hemos dicho, esta imagen expresa la misión de la comunidad.

 

“Aquella noche no cogieron nada” recuerda al capítulo 9 del evangelio, cuando Jesús se presenta a sí mismo como “la luz del mundo” y afirma que sus obras se realizan “mientras es de día”. De esta manera, se dice que la comunidad realiza la misión centrada en sí misma, en ausencia de Jesús, es decir, sin tener en cuenta su mensaje y, por tanto, sin obtener ningún fruto. Por eso se asocia la llegada de la mañana con la aparición de Jesús: “al llegar ya mañana, se hizo presente Jesús en la playa”. La comunidad está frustrada por el fracaso de su actividad y responden con un seco “no” al unísono cuando Jesús les pregunta si tienes “algo para acompañar el pan”.

 

Entonces, Jesús no sube a la barca ni se pone a pescar con ellos, sino que deja claro que su acción en el mundo se realiza a través de la actividad de la comunidad. Pero, ésta debe ser dócil a las palabras de Jesús, debe poner en práctica el mensaje que él les ha enseñado con su actividad liberadora en el mundo y con su muerte por amor. Cuando lo hacen así, cuando echan la red donde él les indica, la pesca es abundantísima. “La muchedumbre de los peces” que llenan la red pone en conexión este pasaje con el de la curación del paralítico de la piscina, en el que se habla de “la muchedumbre de los enfermos” que simboliza al pueblo oprimido. Así que el mensaje para la comunidad está claro: la misión debe dirigirse al pueblo oprimido y desesperanzado, sólo así su actividad obtendrá frutos.

 

A continuación, se produce una escena de gran densidad simbólica: el discípulo a quien Jesús quería reconoce su presencia y se lo dice a Pedro quien todavía no ha comprendido ni aceptado el mesianismo de entrega y servicio que Jesús propone. Se produce entonces un cambio de actitud; Pedro “se ató la prenda de encima a la cintura, pues estaba desnudo, y se tiró al mar”. Está desnudo porque no lleva aún el “manto” de Jesús, es decir, su espíritu; se ciñe la prenda como Jesús se ciñe la toalla en el lavatorio de los pies como expresión de su actitud de servicio y su disposición a dar la vida. Tirarse al mar, una referencia al bautismo, expresa el radical cambio de actitud de Pedro.

 

En la escena siguiente, con el grupo reunido con Jesús alrededor de las brasas, resuena la celebración de la eucaristía. Ya hay un pescado y pan, es la aportación de Jesús, el don que ofrece a sus amigos en cada eucaristía. Pero, les dice “traed pescado del que habéis cogido”, ya que también es necesaria la aportación de la comunidad fruto de su esfuerzo. No puede haber verdadera eucaristía sin esa reciprocidad en la que el don de unos a otros responde al amor de Jesús. 

 

Pedro tira de “la red repleta de peces grandes, ciento cincuenta y tres; a pesar de ser tantos, no se rompió la red”. El evangelista condensa en esta imagen el resultado de la misión cuando la comunidad actúa de acuerdo con el mensaje de Jesús. El número es la suma de tres grupos de cincuenta que representan a las comunidades, formadas por personas adultas (peces grandes); el tres, que representa a Jesús, realiza una función multiplicadora, indicando que el éxito de la misión está en proporción con su presencia en la comunidad. La indicación de que la red no se rompe está en relación con la túnica que no se rompe en la crucifixión, es decir, indica la unidad a pesar de la diversidad de comunidades.

 

El colofón lo pone el reparto del pan y el pescado por parte de Jesús que se convierte en el centro de la comunidad para transmitirles la fuerza de su espíritu que les hará capaces de entregarse como él.

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