EL LEPROSO:
ROMPER EL CÍRCULO DE LA EXCLUSIÓN
Recientemente (31 de enero) se ha celebrado el Día Mundial de la Lepra, dedicado a promover su erradicación en todo el mundo y la sensibilización de la sociedad sobre los efectos de la enfermedad en las personas que la padecen y su entorno. Esta iniciativa fue impulsada, por primera vez, por Raoul Follereau. Actualmente, según la OMS, hay entre 10 y 12 millones de enfermos en el mundo, más de la mitad de los cuales viven en el continente asiáticoy cada 45 segundos un ser humano se contagia de la lepra. La lepra ha sido durante siglos una enfermedad maldita y misteriosa que conducía a los enfermos a la mayor de las deshumanizaciones al condenarles al aislamiento y el rechazo social, que suponía incluso que se les negara la atención necesaria para su curación o alivio.
Por desgracia, hoy en día se mantiene ese halo de misterio y, en algunas partes del mundo, también prácticas que perpetúan el aislamiento y la degradación de los enfermos. La lepra es una enfermedad bacteriana que ataca la piel; pero hoy sabemos que si bien se trata de una enfermedad infecciosa que se transmite de un individuo portador a uno sano, el contagio no es fácil ya que exige una cierta predisposición en la persona contagiada. Además, en la actualidad la lepra es una enfermedad que tiene tratamiento y curación a través de la poliquimioterapia, es decir, de la acción conjunta de divesos fármacos.
Situémonos ahora en el Israel de la época de Jesús. Las enfermedades en general son vistas como un castigo divino. En la teología judía de la época, hay una relación enfermedad-pecado-mancha-impureza. Esta relación era especialmente evidente en el caso de las enfermedades infecciosas, de manera que el leproso era el paradigma del marginado en el mundo hebreo, ya que la aparición de la lepra suponía inmediatamente la expulsión del afectado fuera de los límites del poblado o de la ciudad. Y eso, no sólo como un medio de profilaxis, es decir, para evitar el contagio de los sanos; sino, también como medio para una profilaxis religiosa, osea, para evitar que el impuso contagiara su impureza a los puros.
En el primer capítulo del Evangelio de Marcos leemos cómo un leproso se acerca a Jesús y le suplica que le limpie. Vamos a ver que esta escena ejemplifica claramente la actitud de Jesús hacia esta teología oficial que margina en nombre de Dios. Para empezar, el propio leproso se acerca a Jesús por propia inciativa, saltándose las normas que le impedían acercarse a los sanos. También Jesús se salta las normas, pues no sólo acepta su compañía, sino que lo toca. Según las enseñanzas de los maestros de la doctrina oficial, no existe esperanza para el leproso al que se le niega la posibilidad de acceso a Dios y a los hombres. Sin embargo, las noticias de la predicación de Jesús abren para él una nueva esperanza de salir de su miseria y su marginación, hasta tal punto que es capaz de vencer el temor a infringir la Ley y de sufrir el rechazo de Jesús, acercándose a él.
El uso del término “si quieres, puedes limpiarme”, en vez de “curarme”, refuerza esta idea de que lo que está en juego en esta escena va más allá de la mera curación física. La reacción de Jesús ante la petición del leproso es insólita, ya que cualquier israelita normal se habría apartado con horror ante la cercanía del enfermo. Sin embargo, Jesús se conmueve como sólo Dios puede hacerlo ante el sufrimiento de su criaturas, y extiende su brazo también como Dios mismo lo hace, con poder liberador. El gesto de tocar al leproso, algo que estaba prohibido por la Ley, expresa la falsedad del fundamento teológico de la marginación: es falso que Dios excluya a nadie por motivos religiosos, nadie está fuera del favor de Dios. De esta manera, la autoridad de Jesús hacer presente la acción divina que saca de su opresión y de su marginación a todos los exlcuidos y abatidos por la acción de las autoridades religiosas.
Tras ese gesto, el evangelista dice algo que resulta difícil de entender: “le regañó y le sacó fuera”. ¿Por qué le regaña Jesús? ¿De dónde lo saca si anteriormente no se dice que estén dentro de ningún sitio? Esta es la manera que tiene el evangelista de expresar la participación del leproso en su situación. El leproso acepta su marginación porque está imbuido de la misma ideología que sus opresores, cree en un Dios que excluye y margina y eso es inaceptable para Jesús, ya que el rechazo no es cosa de Dios, sino de la institución religiosa. Por eso le regaña y le “saca” de su ideología.
Una vez liberado de la falsa idea de Dios, le invita a que vaya a realizar los ritos que la Ley exigía para la purificación. No lo hace para que cumpla le Ley, sino para que experimente el contraste entre un Dios exigente, minucioso y tiquismiquis, el de la institución, que exige costosos rituales, y el Dios de Jesús, que ofrece su amor tierno y fiel de manera gratuita. El contraste llevará al leproso a comprender la injusticia del sistema y a negarle cualquier credibilidad y autoridad sobre él. Esto es fundamental en el proceso de “curación” ya que si no considera injusta su antigua marginación y acepta un Dios que margina, tendrá que seguir aceptando la marginación de otros. El relato acaba diciendo que “cuando salió…” es decir, el hombre alcanzó la convicción que Jesús trataba de transmitirle.
El Día Mundial de la Lepra nos recuerda que debemos luchar por su erradicación. El texto del leproso nos recuerda que no podemos aceptar la marginación de ningún tipo y que podemos ponernos del lado de los que la sufren para romper el círculo del rechazo y la exclusión.
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